DISTIMIA

La distimia pertenece al bloque de los trastornos del estado de ánimo, junto con la depresión grave por ejemplo, de hecho, a la distimia se le conoce también en el sector profesional como trastorno depresivo persistente porque es una forma continua y a largo plazo de la depresión. Sin embargo, en la distimia el individuo no sufre los síntomas de una forma tan acentuada como en la depresión, por decirlo de una forma más simple, los síntomas del trastorno distímico son menos intensos pero se producen más a largo plazo que los de la depresión.

Quizás has conocido personas que siempre, desde la adolescencia o adultez joven, se han sentido poco motivados por hacer cosas en general, desesperanzados, con falta de energía, tristeza y sensación de vacío, negatividad, cansancio, baja autoestima, dificultad para concentrase, incapacidad para afrontar retos, actitud temerosa y poca confianza en sí mismos, culpa, evitación emocional, falta de apetito o problemas para dormir. Todo lo que acabas de leer son síntomas propios de la distimia, que si bien como se ha mencionado más arriba no se producen de una forma tan acuciante como en la depresión, sí que están presentes en la persona durante bastante tiempo y casi como una forma de ser (o eso parece desde fuera).

El trastorno distímico afecta a buen número de personas en todo el mundo; es fácil vincular con un estado de ánimo desagradable y verse a sí mismo como fracasado, triste, negativo o incapaz para afrontar los retos de la vida. Las causas de la distimia son variadas, como en casi todos los trastornos que abordamos desde la psicología, por lo que puede deberse a factores genéticos o rasgos heredados, a una diferencia en la neuroquímica y biología de nuestro cerebro, experiencias vitales, pautas educacionales, factores de personalidad o ambiente social. Por ello, hay que alejarse de prejuicios o etiquetas para aquellas personas que vinculan más con emociones desagradables o tienen una visión negativa de ellas mismas, ya que en muchas ocasiones no se trata de una elección sino de un trastorno per sé y los pacientes que lo sufren pueden quedar estigmatizados por la imagen tan nefasta que se tiene de ellos (lo que añade más leña al fuego para su problemática).

¿Cómo salir entonces de la distimia? Desde Cactus trabajamos con varios enfoques para encontrar la mejor solución ante el trastorno depresivo persistente como son la terapia cognitiva-conductual (donde se abordan las creencias erróneas del paciente, sus pensamientos negativos, sesgos, rumiaciones y obsesiones además de conductas disfuncionales que son origen y mantenimiento del problema), la psicología positiva (nos enfocamos en las emociones agradables, los logros y fortalezas del paciente), la teoría sistémica (evaluamos la dinámica familiar, el apego, la historia infanto-juvenil del individuo, pautas educativas y los roles familiares) o la terapia de activación conductual (enfocada en realizar actividades destinadas a encontrar el bienestar del individuo y abandonar la evitación, buscar refuerzos positivos, introducir cambios en el contexto del paciente).

PROCRASTINAR. ¿Qué quiere decir?

Desde hace mucho tiempo se ha pensado que dejamos de realizar muchas de nuestras tareas porque somos holgazanes o perezosos e incluso a muchas personas les cuelgan ese sambenito y por ello sufren o terminan pensando que no pueden hacer cosas que con algo de confianza y gestión emocional sí que podrían. También ocurre que, por falta de una correcta organización y planificación, hay muchas actividades que las dejamos para mañana y al final nunca terminamos de hacerlas o, al menos, no como nos hubiera gustado. ¿Se trata entonces simplemente de falta de buena organización o de pereza, el dejar todo para otro día y perdernos en acciones que luego no llevan a nada? La respuesta es no.

Un concepto que trabajamos mucho en consulta desde Cactus Psicología es el de la procrastinación y significa postergar algo para otro momento. Según el autor Piers Steel, profesor de Psicología Motivacional en la Universidad de Calgary, es “ hacerse daño a uno mismo” y por ello nos sentimos mal cuando procrastinamo,s ya que sabemos que estamos dejando de hacer algo que es importante porque en el fondo hay cierta dificultad ante esa tarea...pero, ¿qué es lo que nos supone dicha dificultad? Pues se trata de nuestra gestión emocional. Cuando tenemos problemas en identificar, regular, aceptar y gestionar nuestras emociones desagradables asociadas a estas tareas comenzamos a evitarlas y dejarlas para otro momento. Una situación puede provocar aspectos desagradables con los que no queremos conectar, por ejemplo, suspender un examen de conducir. Por ello, y como nos cuesta tolerar el fracaso y las emociones desagradables asociadas, es muy posible que dejemos para el futuro apuntarnos a la autoescuela o estudiar los test para el examen. Si te pasan cosas parecidas a este ejemplo, lo más probable es que estés procrastinando.

Fuschia Sirois, una profesora de psicología en la Universidad de Sheffield, mencionó que “no tiene sentido hacer algo que sabes que tendrá consecuencias negativas”. Siguiendo con el ejemplo anterior, si pensamos que podemos suspender ("fracaso") o enfadarnos por tener que gastar un dinero en la matrícula de la autoescuela, es factible no estudiar o ni si quiera apuntarse a la misma. Tener unas buenas estrategias de regulación emocional implica dejar dichas tareas para otro momento porque podremos enfrentarnos mejor a las emociones desagradables derivadas de tareas tediosas o difíciles.

Los estados de ánimo que normalmente nos encontramos en consulta cuando trabajamos la procrastinación son el aburrimiento (limpiar el baño), la inseguridad (no hacer un viaje solo), la frustración (cocinar un plato difícil) o el resentimiento (no llamar a un amigo con el que te has enfadado).  Hacer un buen manejo de nuestras emociones será crucial para realizar nuestras actividades, por lo que si tienes problemas para ello es importante que acudas a especialistas que te puedan ayudar. Observación, identificación, pensamiento productivo, reestructuración emocional, asertividad o autoinstrucciones son algunas de las estrategias que aprendemos en consulta que ayudan a las personas a gestionar mejor sus emociones.


Hablemos sobre emociones:

¿Alguna vez te has preguntado qué son las emociones? Básicamente son reacciones psicofisiológicas ante ciertos estímulos como pueden ser personas, acontecimientos u objetos, y representan la forma que tenemos de adaptarnos a dichos estímulos. En Cactus tenemos una definición descrita por Sandra y Don Hockenbury que nos gusta mucho y dice así: “Una emoción es un estado psicológico complejo que implica tres componentes distintos: una experiencia subjetiva, una respuesta fisiológica y una respuesta conductual o expresiva”.

Cada ser humano tiene una forma de reaccionar emocionalmente ante algo o alguien dependiendo de la experiencia y, aunque hay reacciones generales a todas las culturas, depende de la subjetividad del individuo. Además, provocan reacciones fisiológicas como sudoración o palpitaciones que se alojan en áreas de nuestro cerebro, como son el sistema parasimpático y la amígdala, por ejemplo. Por último, las personas expresamos nuestras emociones por medio de diferentes acciones o expresiones como puede ser aplaudir, huir o sonreír.

Según las teorías de Ekman y Goleman, nos encontramos con 6 emociones básicas, que son: miedo, ira, alegría, tristeza, asco y sorpresa. Vamos a ver qué quieren decir cada una:


- Ira: nos indica que no estamos de acuerdo con algo, sentimos una disconformidad o creemos que algo es injusto y por ello nuestra reacción es de enfado. No es negativa si sabemos identificarla y entenderla, pues nos da información útil sobre aquello que deseamos cambiar porque no nos gusta. Cuando se apodera de nuestra conducta y hace que nuestras relaciones sociales empeoren, tenemos que trabajarlo en terapia pues una herramienta que podría ser eficaz resulta que nos impide solucionar nuestros problemas de una forma eficaz.

- Alegría: la sentimos cuando una persona, objeto, hecho o similar nos gusta mucho y produce una sensación agradable de bienestar. Es muy funcional para saber reconocer aquellos estímulos que deseamos reforzar pues nos acercará a momentos llenos de felicidad. Se encarga de activar nuestra acción hacia alguien o algo para conseguir un estado de plenitud y nos sirve de recompensa para seguir reforzando aquello que nos produce placer.


- Miedo: es una respuesta adaptativa a un estímulo que interpretamos o puede ser potencialmente dañino y, al verlo como algo amenazante y con la capacidad de herirnos, reaccionamos de formas tan distintas como huir, golpear o paralizarnos. Las respuestas de nuestro cuerpo ante el miedo son variadas según el individuo y depende de varios factores, pero básicamente el miedo nos protege si sabemos gestionarlo bien ya que nos ayuda a mantenernos seguros en el mundo. Al igual que con la ira, si nuestra interpretación de la realidad es que todo es dañino o peligroso, entonces el miedo nos consume y no nos deja vivir.

- Asco: expresa rechazo ante algo o alguien, por lo que también es adaptativo y necesario como medida de protección, pues al percibir una estimulación negativa sobre algo nuestro cerebro genera asco ante ello y hace que nos alejemos manteniéndonos a salvo. Así podemos evitar ingerir una sustancia nociva para nosotros por ejemplo por su mal olor. Evolucionó en el ser humano para poder protegernos ante enfermedades. En consulta, a veces encontramos que nos dicen tenerle asco a muchas cosas que antes no, como a “la gente”, por lo que es necesario trabajar sobre esa repulsión que sienten ya que hay un motivo aparente de protección ante algo.

- Tristeza: se produce cuando recibimos un daño emocional producido por una persona o acontecimiento y nos informa de que eso es contraproducente para nuestro bienestar. Aunque sea la más desagradable porque nos lleva a tener un estado de ánimo bajo y poder sufrir, es igual de importante y necesaria que el resto, pues nos ayuda a poder descargar todo ese daño experimentado y así poder proponer una solución eficaz. Nos ayuda a apoyarnos en los demás y nos protege, pues nos centramos en nosotros mismos. En ocasiones no podemos hacer mucho por lo ocurrido, como cuando muere un ser querido, así que la tristeza nos ayuda a aceptar y descargar nuestro dolor.

- Sorpresa: implica una reacción de asombro ante algo nuevo y no esperado. Nuestras reacciones pueden ser positivas o negativas en función de la interpretación que hagamos de este nuevo estímulo no conocido, por lo que nos da una valiosa información en la forma que tenemos de relacionarnos con el mundo. Nuestro foco de atención cambia hacia lo nuevo y nos sirve en parte para “vaciarnos” de todas aquellas cosas que tenemos en la cabeza y que es necesario hacer de vez en cuando para sentirnos bien.


Día Mundial de la Psicología

La psicología es la ciencia que se encarga de analizar la mente humana a través de los comportamientos, con el objetivo de comprender cómo pensamos, sentimos y procesamos la información, con la finalidad de mejorar la calidad de vida de las personas.

Desde la perspectiva occidental, la historia de la psicología comienza en la edad antigua, por ello su nombre tiene origen griego, “psyché” y “logos” cuya traducción es “estudio del alma”. En este momento histórico, se entendía que los problemas del alma tenían un origen demoniaco y las personas con problemas o trastornos mentales eran castigados por ello.

Más tarde, con el desarrollo de la filosofía, comenzaron a sentarse las bases de la psicología gracias a las aportaciones de Sócrates, que fundamentó los cimientos del método científico y su alumno Platón, que entendía el alma como inmortal y la responsable de la conducta humana, la cual se servía del cuerpo únicamente como vehículo de expresión.

Durante la edad media, la cultura occidental estaba impregnada de la religión católica, por lo que los problemas de la mente eran entendidos como pecados. Pero paralelamente, en las sociedades árabes se encontraban en un momento de esplendor de la medicina, por lo que los cristianos entendían como pecado, los árabes lo entendían como enfermedad del cerebro que había que estudiar.

El renacimiento es el periodo en el que empieza a utilizarse la palabra psicología, de la mano de Christian Wolff que la definió como "la ciencia que estudia el alma", basándose entre otros en las aportaciones de Descartes, que ya definía el cuerpo y el alma como dos cosas interdependientes.

Ya en el siglo XIX, con el desarrollo de la ciencia y la medicina, se produce un salto cualitativo en la comprensión del cerebro y de la mente con las aportaciones de numerosos científicos (Gall, Fechner, Broca, Wenicke, Darwin, Galton, etc). Bajo la influencia de ellos, Wilhelm Wund fundó en 1879 el primer laboratorio de psicología experimental, sustentando los estudios de la mente amparados en el método científico.

La expansión de la ciencia psicológica ha tenido lugar durante el siglo XX, en que se han desarrollado diferentes corrientes basadas en la ciencia que han contribuido a la comprensión de la mente y del desarrollo social y humano, como el desarrollo de la psicología experimental, la reflexología (rusa), el psicoanálisis, la psicología profunda, la psicología americana, el conductismo, la Gestalt y la psicología cognitiva.

En las últimas décadas, el estudio del comportamiento está marcado por el desarrollo de las neurociencias y la psicología cognitivista y conductual.

La comprensión de la mente ha sido un tema central del desarrollo y crecimiento del ser humano a lo largo de la historia. Tenemos la necesidad de conocernos para poder adaptarnos al ambiente y a la sociedad, por ello estos conocimientos científicos son la base de la terapia.

La psicología es una ciencia que estudia los procesos propios de la mente a través del comportamiento, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas en general, a través del conocimiento, y en particular, a través de la terapia.

El amor...

Como seres sociales, el amor es la herramienta que nos permite vincularnos a los demás. El hecho de vivir con otros nos enseña a aceptar nuestras virtudes y defectos a través de la aceptación del otro.

A nivel bioquímico, el afecto expresado en forma de caricias, besos, miradas cómplices,... nos permite liberar endorfinas, oxitocinas, serotonina y dopamina. Estos neurotransmisores están relacionados con sensaciones placenteras, que nos hacen sentirnos bien, tranquilos y felices.

A nivel personal y de pareja, estar vinculados de forma íntima con los demás, nos permite desarrollarnos de forma plena. El problema viene cuando las personas no encuentran el equilibrio para hacerlo libremente.

Este desequilibrio puede estar determinado por diferentes factores como la falta de estabilidad, la falta de novedad, la ausencia de códigos y límites o la incapacidad de encontrar objetivos en común. Es necesario poder balancear estos aspectos para volver a encontrar la estabilidad.

Otro de los motivos que pueden desestabilizar una relación son las expectativas culturales. El factor social marca unas normas en base a cómo y qué deberíamos hacer para ser una persona ideal o cómo debería comportarse el otro para mostrarme su amor.

Estos ideales son expectativas aceptadas, pero poco funcionales y son las que sustentan los mitos del amor romántico, como “la media naranja”, “el amor a primera vista”, “el amor puede con todo”, “sólo hay un amor de verdad en toda la vida”, “me necesita”, “puedo hacer que cambie”, “el amor de verdad duele”, “si tiene celos es porque te quiere”; y un largo etcétera que cambia ligeramente en función de las culturas.

Establecer relaciones sustentadas por mitos nos aleja de la realidad y nos genera frustraciones. Para que las relaciones funcionen tienen que establecerse en tres pilares fundamentales: el compromiso, la intimidad y la pasión. Estos pilares no se construyen a base de mitos, sino de cooperación, empatía, comunicación, respeto, comprensión y tiempo.

De no hacerlo, se establecen relaciones de poder-sumisión, en la que los mitos y las expectativas toman el papel determinante en los roles de cada persona y nos llevan a perder la libertad individual. Es por ello por lo que son la base de relaciones descompensadas y precipitadoras de la violencia; generando con ello un desequilibrio en todos los ámbitos de la vida.

Además, existen prejuicios que pueden desembocar en la búsqueda desesperada de una pareja, alimentando estos mitos y situaciones de desequilibrio. Pese a que los tiempos van cambiando y, con ello, se acepta que hay diferentes formas de amor y de pareja, la soltería sigue siendo un problema social.

El hecho de que alguien no quiera o no pueda temporalmente establecer una relación de pareja se asocia a ideas como que tienen mal carácter, que esconden su homosexualidad, que son una mala influencia, que no asumen responsabilidades, etc. Estos prejuicios se incrementan si la persona soltera es una mujer. Pero lo cierto es que vivir solo nos permite conocernos a nosotros mismos y a aprender a querernos para poder querer en libertad a los demás.

¿Por qué nos cuesta pedir ayuda psicológica?

Todos atravesamos momentos que nos impiden o nos dificultan seguir adelante por nosotros mismos. Tenemos la creencia de que ser autónomos e independientes implica necesariamente tener que enfrentarnos solos a las adversidades.

Esta autonomía se va consolidando desde las primeras etapas de la vida, en las cuales necesitamos la ayuda del entorno para satisfacer necesidades fisiológicas, sociales y personales.

En la edad adulta, desplazamos la ayuda por el convencimiento de que la autonomía nos hace autosuficientes en todos los ámbitos, independientemente de los acontecimientos, haciéndonos vivir en la falacia del control, llevándonos a pensar que la mayoría de las cosas que pasan en nuestro entorno o a nosotros mismos, podemos y debemos controlarlas.

Ante la incapacidad para solucionar un problema o controlar nuestros afectos, sentimos emociones como el miedo, la ira o la vergüenza. Estas aumentan el malestar inicial y nos llevan a buscar estrategias, basadas en creencias erróneas, para evitar seguir sintiéndonos mal. Esto desemboca en actitudes evitativas, lo cual nos provoca un mayor malestar a largo plazo. Todo ello nos hace sentir impotencia y nos impide solucionar el problema inicial.

Emociones Desagradables:

En ocasiones, tenemos dificultades para identificar o expresar nuestras emociones, tan sólo podemos deducir que nos sentimos mal, pero no cómo ni por qué motivo concreto. No expresar las emociones desemboca en que salgan en posteriormente en sus peores formas, incluso en forma de síntomas fisiológicos. Por ello, aprender a comunicarlas es necesario para mejorar nuestra salud física y mental.

Evitación Emocional:

Se materializa en conductas que nos permiten alejar la atención de la emoción pero que no la resuelven y esto provoca que cada vez sea más intensa y difícil de gestionar. Estos comportamientos pueden ser de todo tipo y los tenemos automatizados: mirar durante horas las redes sociales, adicciones, comer compulsivamente, etc.

Creencias Erróneas:

“No me van a entender”, “pedir ayuda es de personas débiles”, “ir al psicólogo es de “locos”, “si no lo ha vivido cómo va a poder ayudarme”, “contarlo es darle demasiada importancia”, “no va a servir para nada” …

Actitudes Evitativas:

Orgullo: está más orientado a demostrarle a los demás que se puede con todo.

Autoayuda: las frases positivas están bien para mantener una motivación, pero no sirven para solucionar un problema.

No asumir responsabilidad: quien acude a psicología es una persona activa que va marcando su propio camino.

Falta de habilidades sociales: la asertividad es necesaria para poder compartir con respeto pensamientos, emociones o necesidades y así facilitar la comprensión de uno mismo y del entorno.